Créeme que si tú logras
Instalar de forma permanente
Tus plantas colonizadoras,
En el ámbito de mi isla,
En el borde de mis acantilados,
En el entorno del atolón
De mi cuerpo,
Es casi seguro
Que por libre y resuelta
Autodeterminación
Decidiré abolir
La independencia
De mis placeres,
Para ponerlos a disposición
De tu ente.
La vida es para vivirla.
Esto es un axioma.
Y yo no volveré atrás.
No hay razón
Para reintentar edificar
Estas ruinas de Pompeya,
Ni mis murallas de Troya
O mis muros de Jericó.
Ni intentar regenerar
Aquellos marchitos jardines
De mi otrora ficticia
Babilonia.
Simplemente abriré camino
Para que en mi isla oceánica
Tus plantas pioneras lleguen
Como si fuesen manadas
De delfines nadando en la bahía,
Y me invadan íntimamente
Para que devengamos
Una obra de art nouveau,
Como las de Mucha.
Y tus enredaderas que van errantes,
Bogando indefectiblemente a la deriva,
Puedan firmemente afincarse
En mi tierra plana
Y fructificar y multiplicarse
Como en aquellos días
Del jardín del edén.