Ayer, hace 65 millones de años
Un bólido de ternura
Aplastó la amargura de mi alma.
Tu alud de dulzura
Envolvió la soledad de mi cama.
No tuviste que hacer nada,
Sólo estar allí,
De ti emanó el dar
Y en mi nació el apetito de recibir.
Aquella mañana no hubo dolor,
Lo inhibió tu cuerpo tibio
Al costado de mi almohada.