En la soledad me convertí
En un árbol en la nieve
Anhelé que tu alud de ternura,
Tu avalancha de mimos,
Tu oleada de fuego
Me abrasara
Hasta hacer reverdecer mis ramas
Cual si fuese la vara de Aarón.
Y como un vertiginoso tsunami
Tu lengua recorrió
Todo lo largo de mi lento glaciar,
Barriendo toda escoria vestigial
Que quedaba
En mi psique y en mi soma.
El mismo poema sensual
Me poseyó por dentro
Como la locura
Al rey Nabucodonosor.
Y fui feliz.